En las encrucijadas de la
vida, hay que elegir con prudencia, con generosidad, con altura de miras. Se
debe recorrer la ruta, no la más fácil, no la más corta, no la más transitada. Recorramos “la
ruta que menos daño hace al conjunto”, aunque de cuando, en cuando, tengamos
que subir la cuesta, tengamos que tropezar con las piedras del camino, tengamos
que ahogar el amor propio, tengamos que acallar la soberbia con humildad. Leí en un libro: No eres humilde cuando te
humillas, sino cuando te humillan…, y lo llevas con mansedumbre y
responsabilidad. Así debe ser
nuestro trabajo diario, con luces y con sombras.
Al final siempre se encuentra la tranquilidad, la paz, la serenidad, por el trabajo bien hecho, sin aplausos, con envidias, con zancadillas, con enredos, con trampas. Una pequeña Cruz.